Entrevista con
Atilio Borón, sociólogo marxista argentino
"La
batalla de Venezuela es nuestro Stalingrado"
KATU ARKONADA: Atilio, ¿de qué manera caracterizas el momento
histórico en el que nos encontramos, en el que parece claro que por un lado se
profundiza la crisis del capitalismo a la vez que se recrudecen las agresiones
imperialistas en todo el mundo?
ATILIO
BORON: Considero que el capitalismo enfrenta
hoy a su crisis más aguda de toda la historia. Este es un dato que
desgraciadamente no parece estar en la mente de muchos inclusive dentro de la
izquierda, que hablan de una crisis capitalista comparándola a la recesión que
hubo en los años 70, o incluso los más audaces a la crisis del 29. Pero esta
crisis es mucho más grave que todas las anteriores.
Si
uno lee la literatura sobre la crisis del 29 la palabra petróleo no aparece, la
palabra agua no aparece, la expresión cambio climático no aparece. La crisis
del 29 es una crisis mucho más acotada a la esfera económico- financiera. La
actual, en cambio, es una crisis integral que explota por lo financiero pero
que se combina con una crisis del modelo energético, con la crisis climática,
con una crisis del agua, nada de lo cual estaba presente en las crisis
anteriores.
Además
tenemos una situación muy crítica en un sistema internacional que había se había
constituido, a partir de la segunda guerra mundial y la post guerra, como un
esquema bipolar. Este se derrumba con la implosión de la Unión Soviética dando
lugar a un momento excepcional de unipolarismo estadounidense que algunos
intelectuales orgánicos del imperio pensaron que duraría un siglo (de hecho, el
think-tank que los nucleaba se llama “El Nuevo Siglo Americano”) pero que
apenas duró unos 10 años. Y de repente tienes por encima de toda esta gran
conmoción económica del capitalismo, un cambio fundamental en las placas
tectónicas del sistema internacional con la aparición de China a punto de
convertirse ya en pocos meses más en la mayor economía del mundo y de una India
que viene avanzando a pasos agigantados siguiendo la misma ruta.
Ante
esta emergencia de nuevos actores geopolíticos la respuesta del capitalismo y
las clases dominantes del imperio ha sido simplemente profundizar las recetas
que provocaron esta crisis. De esta manera nos encontramos en una situación en
donde hay condiciones objetivas que permitirían pensar una salida por la
izquierda de la crisis, pero Lenin ya decía que las condiciones objetivas no
bastan por sí solas para producir un desenlace revolucionario; por lo tanto el
gran problema lo encontramos en las condiciones subjetivas. Y ese problema de
la condiciones subjetivas podemos verlo en lo ocurrido en los últimos días con
las elecciones europeas o, sin ir tan lejos, lo que ha pasado en Colombia en
donde la votación de los candidatos del uribismo más el santismo y los votos
del Partido Conservador, suman prácticamente el 80% de un electorado que ha
decidido votar por sus verdugos.
Para
resumir: nos encontramos ante la crisis capitalista más grave de toda la
historia del capital, pero una crisis en donde como nunca antes, el retraso en
la maduración de los factores subjetivos ha sido tan importante, y esto es lo
que impide vislumbrar una salida por la izquierda de esta crisis.
KA: Y en las crisis, en los momentos de transición
entre lo viejo que no termina de morir, y lo nuevo que no termina de nacer,
surgen los monstruos…
AB: Sí, fíjate como ha crecido el racismo, el fascismo,
el extremismo de todo tipo, en un contexto internacional sumamente peligroso.
KA: Y ya que hablas de América Latina, como
caracterizas este 2014, ¿cómo ves esta segunda mitad de año en la que
enfrentaremos procesos electorales importantes como precisamente la segunda
vuelta en Colombia, o las elecciones presidenciales en Brasil, Bolivia y
Uruguay en el mes de octubre?
AB : Con mucha preocupación, incluso lo hemos
conversado mucho con Álvaro García Linera cuando estuvo en Buenos Aires, y
evidentemente lo que el Vicepresidente de Bolivia plantea va en la línea del
planteamiento marxista clásico señalando que las revoluciones nunca siguen un
curso lineal y ascendente. Lo que vemos ahora en América Latina es que
consumada la gran derrota del imperio en Mar del Plata en 2005 se ha producido
una especie de reflujo, o por lo menos una significativa desaceleración del
proceso de avance revolucionario en la región, agravado por la muerte de Hugo
Chávez. Esto ha sido un golpe muy duro porque con su deceso desaparece el gran
motor del proceso emancipatorio y de integración de América Latina. Chávez no
era la única fuerza que impulsaba este proceso, pero sin duda era la más
importante.
Me
parece que estamos en un momento de estancamiento, lo que no quiere decir que
tal cosa sea irreversible. Pero si te fijas en las alternativas electorales que
se plantean en América Latina, digamos en Colombia, la opción menos mala es la
del ex Ministro de defensa de Uribe Juan Manuel Santos, el de las fosas comunes
y los falsos positivos; mientras que en Uruguay la alternativa es Tabaré
Vázquez, un señor que llamó por teléfono a George W. Bush cuando se produjo el
conflicto por las plantas papeleras para preguntarle si eventualmente mandaría
tropas para enfrentar a la Argentina.
KA: Un Tabaré Vásquez que coqueteaba con la Alianza del
Pacifico…
AB: Se acercó a la Alianza del Pacifico que es una
estratagema del imperialismo clara y raspada, como se dice en Venezuela.
En
Brasil, a su vez, la continuidad de Dilma plantea las grandes limitaciones que
ha tenido el gobierno del PT, que ha arrojado por la borda su proyecto
originario de los años ochenta. El proyecto fundacional del PT está muerto. Yo
recuerdo siempre una frase de Fernando Henrique Cardoso que fue uno de los más
brillantes profesores que tuve en la década de los sesenta en Chile. Él ofrecía
en la FLACSO un seminario sobre Método de Análisis Marxista, y una de las cosas
que nos decía era que los pueblos prefieren siempre el original a la copia. Y
la verdad contenida en esa afirmación la comprobamos hoy en día en Brasil,
Chile o en otros países del continente, y en Europa ya ni hablemos, en los que
ante la copia de un modelo neoliberal o una propuesta de carácter neoliberal
enarbolada por partidos supuestamente socialistas, los pueblos optan por la
formación de derecha más dura; si van a hacer lo mismo, dicen, que la hagan los
inventores y no aquellos que la copiaron. En el caso de Brasil, el abandono de
las grandes banderas del PT es un tema realmente muy delicado y que además no
ha sido encarado con seriedad.
A
veces veo con gran preocupación gente que habla de posneoliberalismo para
referirse a estos países y, en realidad, son muy pocos los países que han
transitado por la senda del neoliberalismo y ciertamente no es el caso de
Brasil. Tal vez un poquito la Argentina, donde ha habido un proceso de
estatización de los fondos de pensión, una recuperación de Aerolíneas Argentinas
y una mayor intervención del Estado en general; pero todavía tenemos la rémora
del neoliberalismo muy fuerte y extendida por toda la economía. Las
candidaturas que se vislumbran para 2015 en la Argentina no son más
tranquilizadoras que las de Tabaré Vásquez en Uruguay, por lo que nos
encontramos ciertamente ante un escenario muy poco promisorio.
KA: De hecho esos cambios que se están produciendo en
el Cono Sur simbolizan de alguna manera el reflujo que estamos viviendo a nivel
continental, el cambio por ejemplo de un eje Cristina-Mujica, aun con todas sus
limitaciones, a un hipotético eje Scioli–Tabaré.
AB: Por supuesto, es un retroceso muy fuerte. Como
respondió una vez István Mészáros, que aparte de ser un gran filósofo, es un
hombre con un agudísimo sentido del humor, cuando se le preguntó, “¿usted cuál
cree que será nuestro futuro: socialismo o barbarie?” y Mészáros respondió: “y
bueno, barbarie si tenemos suerte”. Nosotros podríamos decir, Scioli–Tabaré si
no nos va tan mal, porque del lado argentino de este eje rioplatense, podríamos
tener alternativas inclusive peores. Concretamente hay dos o tres candidatos
que son peor que Scioli, simples mandaderos de la Embajada de Estados Unidos,
como Sergio Massa o Mauricio Macri por ejemplo.
KA: Nos encontramos participando los dos en el Congreso
por la Integración Política Regional que plantea como eje central de discusión
respecto de los procesos el de profundizar para sostener, y sostener para
profundizar; ¿Cuáles serían en tu opinión los avances de los procesos de cambio
en el continente?
AB: En primer lugar, debemos trazar una línea fina que
separe procesos como los de Bolivia, Ecuador y Venezuela, de los que están en
curso en el Cono Sur. Estos carecieron de la radicalidad que tuvieron los
procesos bolivarianos donde se produjo una recuperación de los recursos
naturales, del patrimonio petrolero, que no se ha dado en los países del Sur.
En Argentina, se suele tomar como ejemplo el caso de YPF, pero esta sigue
siendo una Sociedad Anónima que cotiza en la bolsa de Nueva York y que para el
gran emprendimiento de Vaca Muerta, se crea una subsidiaria con sede en
Delaware, Estados Unidos. Y algo similar sucede con Petrobras en Brasil, pero
no es el caso de Bolivia, Ecuador o Venezuela en donde esta reapropiación de
las riquezas naturales antes en poder del imperialismo asumió una radicalidad
desconocida en el Sur del Continente.
Por
eso es debemos subrayar la importancia de los procesos de los países
bolivarianos como yo les llamo, que han logrado avances muy significativos en
ese terreno, y junto con ello progresos muy importantes en materia de
redistribución de ingresos, combate a la pobreza y autonomía frente a los
grandes poderes del sistema internacional. No podemos ignorar tampoco que
Rafael Correa en Ecuador logró que se fueran los estadounidenses de la Base de
Manta, auditó la deuda externa, abandonó el CIADI y desahució el TIAR. Por no
hablar de un Evo Morales expulsando a embajadores de Estados Unidos, USAID y la
DEA, abandonando el CIADI, recuperando el patrimonio nacional y renegociando
los contratos petroleros, es decir, recobrando un grado de soberanía que
nosotros por ejemplo hemos perdido en Argentina, Uruguay, Brasil o Chile.
Lo
mismo puede decirse del caso de Venezuela y los grandes avances logrados por la
revolución bolivariana. No es casualidad por tanto que los procesos de cambio
en general, y Venezuela en particular estén en la mira del imperio, y por eso
debemos tener claro que la batalla de Venezuela es nuestro Stalingrado. Si
Venezuela sucumbe ante la brutal contraofensiva de los Estados Unidos, que
trata de aplicar en este país el modelo de “cambio de régimen” puesto en
práctica en Ucrania y antes en Libia, el resto de los procesos de cambio en
curso en el continente, no importa si muy radicales o muy moderados, terminará
por correr la misma suerte.
KA: Precisamente, hay una conexión entre la
recuperación de los recursos naturales y por lo tanto de la soberanía económica
y política, y el recrudecimiento de las agresiones imperialistas…
AB: He publicado en mi blog una noticia importante que
salió publicada en Los Ángeles Times reportando que las estimaciones sobre las
cuales se había basado el supuesto de la independencia energética de los
Estados Unidos se han venido abajo. Estados Unidos lleva tiempo diciendo que
tienen enormes reservas de gas y petróleo no convencional (gas shale) en
California, en la faja de Monterrey. Pero ese periódico acaba de publicar un
informe completo -que fue ratificado después por una agencia especial del
Departamento de Energía estadounidense- constatando que se había producido una
tremenda sobreestimación de esas reservas del orden del 96%. En 2011, habían
anunciado que las mismas eran de 13.700 millones de barriles y las estimaciones
actuales son de 600 millones, que es aproximadamente la cuantía de las reservas
petroleras que tiene Bolivia.
Esta
rectificación a la baja va a significar más presión sobre Venezuela y Brasil,
que son los países donde se encuentran los grandes depósitos de petróleo del
continente, y más presión sobre Argentina por el yacimiento no convencional de
Vaca Muerta. No es casualidad que hace pocos días haya visitado la Argentina el
Secretario Adjunto de Energía de los Estados Unidos, Daniel Poneman, que visitó
la zona de Vaca Muerta y suscribió un acuerdo con el Ministro de Planificación
Federal con el objeto fortalecer y profundizar el intercambio y la cooperación
entre ambos países; y ya sabemos lo que significa, para Washington, la
palabrita “cooperación.”
KA: Es claro por tanto que esta presión que van a
sufrir los procesos se convierte en un límite para la profundización de los
mismos…
AB: Sin duda, presión que en el caso de Venezuela se
traduce en una campaña de terror que no es sólo mediática en contra la
revolución bolivariana.
KA: Hemos repasado algunos de los avances de los
proceso de cambio en el continente, ¿cuáles serían los principales desafíos que
enfrentan nuestros procesos en el futuro inmediato?
AB: El primer desafío más urgente es desarrollar una
estrategia continental adecuada para evitar que Estados Unidos arrase con estos
procesos. Venezuela no se va a poder defender sola, como Ecuador, como Bolivia,
como Brasil; por eso la integración y la unidad son importantes. Por eso Chávez
nos reclamaba unidad, unidad y más unidad.
Y
ahí está uno de los grandes problemas, o límites como tú dices, porque el mapa
sociopolítico de América Latina es un mapa muy heterogéneo donde tienes por un
lado gobiernos de izquierda radical que están avanzando, con mayor o menor
intensidad, pero avanzan por una senda de cambios profundos, junto a gobiernos
mucho más moderados; y por otro lado tienes una espina en el Pacífico
sudamericano con gobiernos de una derecha dura, fundamentalmente Colombia y
Perú, y más al norte México. Entonces me parece que la primera cuestión es el
desafío de sostener la unidad, lo cual será muy difícil y a veces obligará a
hacer algunas concesiones.
El
segundo de los desafíos es librar una gran batalla en el terreno ideológico y
comunicacional, donde todavía tenemos con falencias muy serias. Nos estamos
oponiendo a un poder mediático inmenso y lo hacemos con armas muy primitivas,
por decirlo suavemente. Estos gobiernos deben ser mucho más efectivos en
comunicar lo que quieren hacer y porque lo que se proponen hacer es lo sensato,
razonable y conveniente para el bienestar de los pueblos. Me parece que tenemos
una gran falla ahí, y los enemigos que tenemos son muy poderosos, con un poder
de fuego mediático fenomenal que influye muy negativamente sobre la conciencia
de nuestros pueblos. Los gobiernos bolivarianos deberían saber explicar que a
veces es necesario hacer algunos sacrificios y que la revolución no siempre
marcha hacia arriba y adelante sino que, como lo decíamos más arriba, a veces
se estanca e incluso retrocede, a veces para tomar impulso. Ninguna revolución
puede realmente avanzar en todos los frentes.
Hay
una experiencia en América Latina que es muy clara y sobre la cual es preciso
meditar, la de Salvador Allende con la Unidad Popular en Chile. El principal
error cometido por ese proceso fue comenzar una estrategia donde se atacaron,
prácticamente al unísono, varios frentes. No se puede hacer una reforma
agraria, nacionalizar ITT, pelearte con los gringos que dominaban la gran
minería, hostilizar (con razón) a la Iglesia por su presencia en el sistema
educacional, y encima atacar a los medios, todo ello al mismo tiempo; no tienes
fuerza para ello. Tienes que elaborar una estrategia de prioridades; primero
combato con uno, lo derroto, construyo una nueva alianza y ataco a otro, y así
sucesivamente. Lo que no puedes hacer es atacar a todos, al mismo tiempo. En
Venezuela, Estados Unidos está provocando a Nicolás Maduro para que ataque en
todos los frentes simultáneamente y el Presidente Maduro no debe responder a
esa provocación, porque es una celada que te lleva a la derrota.
En
resumen, es necesario enfrentar por tanto el desafío de la unidad continental,
tratar de fortalecer los procesos a cualquier precio, porque eso le duele a los
gringos, como les duele mucho la CELAC, la UNASUR, les duele hasta el MERCOSUR;
es más necesaria que nunca la batalla de ideas que nos decía Fidel, mejorar el
tema mediático; y es fundamental la cuestión de la organización, organizar el
campo popular pues tenemos procesos como Venezuela donde la cuestión
organizativa es muy compleja, aunque afortunadamente tenemos otros procesos,
como Bolivia, con estructuras organizativas de base muy ricas, que son las que
en última instancia van a defender los procesos ante las agresiones tanto
externas como internas. Lo de Bolivia es un logro extraordinario: formas de
organización de los pueblos originarios, precolombinas, puestas al servicio de
un proyecto de construcción socialista. Pero no en todos los países tenemos un
cuadro igual, el problema de organización en Venezuela, Chávez lo dijo cien
veces, es un problema crucial. Y en su magnífico libro “Antes de que se me
olvide”, Alí Rodríguez lo dice con todas las letras, la debilidad y flaqueza de
un partido revolucionario es el talón de Aquiles del proceso bolivariano.
KA: Continuemos profundizando en el proceso
boliviano, ¿Cuál es la caracterización haces del mismo?
AB: De los diferentes procesos de transición,
incluyendo la revolución cubana, Bolivia es uno de los casos más interesantes
porque ha demostrado tener un acertado manejo de la gestión macroeconómica.
Esto no es un dato menor para los procesos de transición. En Cuba ya vemos los
problemas que hay, aunque la desquiciante influencia del bloqueo constituye un
obstáculo insalvable. Ya hemos hablado de Allende y la Unidad Popular en Chile,
y lo mismo pasa hoy en Venezuela, que enfrenta una situación económica
tremendamente complicada para un país que exporta en petróleo unos cien mil
millones de dólares por año. Bolivia y Ecuador han manejado la economía incluso
mejor que los países del Cono Sur como Brasil, Argentina o Uruguay, en donde la
gestión macroeconómica demuestra numerosas deficiencias.
Además
de la buena gestión económica, Evo ha logrado armar una maquinaria electoral
imbatible y en esto la verdad es que no hay como ganarle, lo mismo que sucedía
con Chávez. Al no haber cómo ganarle la alternativa de la derecha es el
golpismo, sea por la vía de los “golpes suaves” que auspicia Washington o por
la ruta más truculenta ensayada en Libia y Ucrania. Ante este escenario
electoral, de victoria asegurada de Evo, hay que redoblar la vigilancia
revolucionaria porque el imperio atraviesa una situación muy difícil, y en
cualquier momento puede movilizar sus influencias al interior de las Fuerzas
Armadas o la Policía para golpear desde adentro el proceso de cambio boliviano.
KA: Más allá de la buena gestión macroeconómica,
¿cuáles consideras que son los retos del proceso boliviano respecto de su nuevo
modelo económico y su modelo de desarrollo?
AB: El esquema económico que pueda armar Bolivia para
sostener su proyecto a largo plazo tiene un eje fundamental que es el litio y
ahí se plantea un falso debate en torno al desarrollo y la contraposición entre
sociedad y naturaleza, en donde se postula que para preservar la segunda, la
primera debe renunciar al crecimiento y al bienestar, porque sin crecimiento
económico -¡que no tiene por qué ser capitalista!- no habrá progreso social
posible. Ese planteamiento asume la exterioridad de la sociedad humana en
relación a la naturaleza, lo que es falso. La sociedad es parte de la
naturaleza. Siendo esto así hay que pensar cómo se pueden aprovechar racional y
responsablemente los bienes comunes que ofrece la Madre Tierra. Concretamente,
¿qué va a hacer Bolivia con el litio, que puede llegar a ser en este siglo lo
que el petróleo fue en el pasado? Bolivia dispone de aproximadamente el 80% de
litio del planeta, y por lo tanto tiene incluso una responsabilidad moral de
desarrollar esa industria. Ahora viene un problema, y es que los gobiernos
anteriores no hicieron absolutamente nada para formar técnicos, ingenieros y
especialistas, con lo cual el gobierno boliviano tendrá pocas opciones aparte
de sentarse a negociar, en duros términos, con las transnacionales que manejen
esa tecnología. De lo contrario no va a poder aprovechar esa riqueza enorme que
sería imperdonable terminara siendo desperdiciada, o alienada en provecho de
las multinacionales.
Si
creemos que hay que mejorar más las condiciones de vida de nuestros pueblos y
que la gente tiene que tener derecho a tener agua potable, saneamiento básico,
más escuelas y hospitales, amén de una vivienda digna, todo eso implica más
alambre de cobre, hierro, cal, cemento, zinc, petróleo, más energía. En suma,
el Vivir Bien no se puede alcanzar sin una estrategia de crecimiento económico
-¡no lo llamemos desarrollo porque es un término que confunde!- pero
indiscutiblemente la economía boliviana tiene que crecer. Yo he visto con
desesperación en Ecuador como alguna gente plantea la tesis del no crecimiento
y me pregunto cómo vamos a tener crecimiento cero si la población ecuatoriana
está creciendo al 2.5%, lo que significa que en unos treinta años esa población
se duplicará, y requerirá más escuelas, hospitales, viviendas, caminos,
puentes, tendidos eléctricos, cañerías de agua, alcantarillado, etcétera. Por
eso creo que la antinomia pachamamismo vs extractivismo es un falso debate. Lo
que tenemos que ver es cómo se utilizan esos recursos de la naturaleza de
manera responsable, pero evidentemente hay que utilizarlos. Sin ello, y con una
tasa de crecimiento demográfico como la señalada más arriba, el standard de
vida de la población, y sobre todo de los sectores populares, descendería
dramáticamente.
KA: ¿Qué lectura haces de esa otra tensión creativa que
es la de que el proceso boliviano sea un Gobierno de los Movimientos Sociales?
AB: Como decías en la conferencia conjunta que dimos en
el Centro Cultural de la Cooperación, es fundamental la búsqueda de equilibrio.
Hay dos situaciones extremas que es preciso evitar. Una, que con su dinámica
movilizacionista, los movimientos terminen por arrollar al Estado, impotente
para contener y canalizar sus aspiraciones. Si eso llegara a ocurrir, se
pondría en riesgo la gobernabilidad del proceso, lo que inmediatamente atizaría
la intervención estadounidense para potenciar la desestabilización y, en una
tercera etapa, provocar, en medio de un caos generalizado (y promovido,
organizado y financiado por la Casa Blanca) la caída del gobierno de los
movimientos sociales y el restablecimiento de la dominación burguesa y el
estado neocolonial. La otra situación extrema se constituye cuando el Estado
fagocita a los movimientos sociales, los copta y desmoviliza como ocurriera en
México (que es el caso paradigmático en esta materia), cuando sobre la oleada
revolucionaria se organiza el estado priísta. Se instituye en este caso una
suerte de revolución pasiva que, por otro camino, también termina liquidando a
la revolución.
Por
lo tanto, se requerirá de la sensibilidad de un estadista y de un líder popular
como Evo Morales para transitar por ese estrecho sendero que sitúa al proceso
revolucionario a salvo de los dos mortales peligros arriba señalados. Será un
gobierno de los movimientos sociales que deberá evitar ser avasallado por el
estallido de demandas estrechamente particularistas e impedir, al mismo tiempo,
que la maquinaria burocrática del Estado asfixie a los movimientos sociales,
que son quienes transmiten la savia vital de la revolución. Su sofocamiento
precipitaría el Termidor del proceso revolucionario y marcaría la bancarrota
del Estado Plurinacional.
*Entrevista
realizada en Buenos Aires, publicada originalmente en el número de junio de la
edición boliviana de Le Monde Diplomatique.
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